lunes, 24 de agosto de 2015

A la deriva.

La vida era algo que nadie te había sabido explicar

Tú tan solo sabías que tu vida la podías dividir en años, que estos pueden ser divididos en meses, los meses en semanas, estas en días, que los días tienen 24 horas, y que la cosa no acababa ahí si no que las horas se fragmentaban en 60 minutos y después cada maldito minuto constaba de unos 60 segundos.

Eso era la vida, el paso del tiempo sobre todas las cosas, una fuerza inamovible que marcaba tu existencia, como si de olas en el océano se tratara. Olas sucediéndose, una tras otra, olas mayores y olas menores, unas más seguidas que otras. Y tú, perdido en el basto océano de la vida, náufrago y a la deriva, arrastrado por la marea. Eso era la vida, el pasar de las olas siendo mecido a su voluntad incapaz de elegir el rumbo a seguir. A veces daba la sensación de que llegabas a algún puerto, pero entonces sin previo aviso una tormenta te arrastraba a las profundidades del océano y vuelta a comenzar. Solo, rodeado de vida, pero aún así: solo.

Vivías o al menos dabas por hecho que lo hacías: tu corazón latía fuerte, tu cerebro jamás paraba de pensar e imaginar, pero aún así por dentro estabas vacío.

Nadie lo veía, tan solo tú, así que te encerraste en ti ya que lo que había fuera tan solo te dañaba.

Tu existencia se basaba en sobrevivir un día más, daba igual las acciones que tomases ya que a fin de cuentas al final del día siempre acababas en el punto de partida. Así pues, lo único que importaba era el seguir respirando y no preocupar a nadie, que el tiempo avanzase sin tú perturbarlo.

Ahora esos días quedaron atrás, por fin tus pies pisan la orilla y caminan en tierra firme, delante de ti se abre un mundo sólido; detrás queda un mundo azul y sin sustancia, un mundo volátil en el que incluso su recuerdo es confuso.
Por más que mires atrás te cuesta recordar qué sucedía en ese mundo, las experiencias vividas te parecen producto de la imaginación de otros. En tu mente se formula una simple pregunta: ¿Todo eso fue real o he estado durmiendo estos últimos años?

domingo, 16 de agosto de 2015

Sorrow(capítulo 1)[Borrador]

Laia

Por Dios bendito que acabe ya.

Nadie quería estar allí, es el último día de clases y no deberíamos haber venido, de hecho somos la única clase de todo el centro que ha tenido que asistir, pero nos pasa por tontos, por dejarnos llevar y sobrepasar los límites; pero qué esperaban de unos chicos de 18 años. No es que quiera justificar lo que sucedió, simplemente fuimos unos inconscientes que se creían estar en la cima del mundo y este nos decidió devolver a la realidad.

- A ver Laia, ya sé que no es de tu agrado tener que estar el último día, pero sabes muy bien que son unas circunstancias muy especiales y tú al igual que el resto de tus compañeros teníais que venir, al menos como muestra de respeto.
-Lo sé, simplemente que quizás no somos los únicos que deberíamos estar aquí, había más gente...

De pronto suena el timbre y todos salimos disparados ignorando las últimas palabras de nuestro tutor cojo de la mano a Andrea y huimos del centro. Hoy hemos quedado con el grupo de natación para ir a la playa, eso nos despejará de todo lo ocurrido, podremos dejarlo atrás y reanudar nuestras vidas como si nada hubiese pasado. Así que corremos hacia la libertad, aunque aún tenemos que pasar por casa a cambiarnos antes de poder disfrutar de la fina arena bajo nuestros pies, del agua salada, de las bromas, de todo aquello que deberían disfrutar dos chicas de 18 años.

Por suerte vivo a apenas dos calles y en un momento nos encontramos las dos entrando a toda velocidad por el portal de casa, directas al cuarto. Nos empezamos a cambiar y tengo que contenerme para no quedarme mirando a Andrea, me doy la vuelta. Está tan guapa...

Me odio por ser incapaz de hablar honestamente con ella después de tantos años conociéndonos y no ser capaz de decir lo que ella significa para mí, no puedo, soy incapaz ya que soy consciente de que eso lo único que podría hacer sería empeorar nuestra amistad y no me puedo permitir perderla.

De pronto mi teléfono móvil empieza a sonar, es Gerard:

-Acabo de llegar, estoy en el portal de tu casa en doble fila así que ya sabéis dejad de enredaros y bajad de una vez.

-Dos minutos y bajamos

-Más os vale, la última vez acabó en media hora de espera y una agente de policía

-¿Y de qué te quejas?¿no te gustaban uniformadas?

-Serás...

No le dejo terminar la frase y cuelgo la llamada.

- Venga Andrea, Gerard nos está esperando abajo a darse prisa.

Terminamos de preparar las mochilas para ir a la playa: crema solar, gafas de sol, las de buceo, un par de aletas, nuestras toallas, parada en la cocina para vaciar la despensa, coger el agua fría del refrigerador y la comida que nos había preparado mi madre esta mañana antes de ir a trabajar. Salimos y enseguida vemos ese peugeot 206 verde que Gerard había heredado de su abuelo. El coche tendría más años que él pero aún aguantaba y a nosotras nos venía de lujo; el pobre de Gerard se creía tener alguna posibilidad conmigo y siempre se encargaba de llevarme. Supongo que soy una aprovechada pero bueno: a veces hay que ser un poco egoísta.

La verdad es que disfrutaba mucho de esos trayectos en el coche de Gerard, recorriendo kilómetros a través de carreteras rodeadas de campo, el sol brillando, la radio sonando, los tres cantando dejándonos el alma y disfrutando cada segundo. Era cuanto necesitaba para desconectar, ya volvía a ser yo misma.

Media hora de coche y al fin llegamos. Los coches de Alec y de Natalia ya están ahí, como ya había supuesto eramos los últimos en llegar, pero al menos aún no era demasiado tarde, nos daría tiempo a un buen baño antes de empezar a comer.

Entramos decididos a la cala, vemos a Natalia saludando desde unas rocas que había en el extremo izquierdo de la cala, la habían dejado a cargo de toda la comida y las mochilas mientras el resto disfrutaban bañándose. Andrea y yo decidimos que ya es turno de que disfrute del agua y nos la llevamos dejando a Gerard encargado de preparar todo.

Alec, María, Ismael, Rodrigo, Toni, Santi y Esteban. Por fin todos juntos. Las horas junto a ellos pasan volando, hasta que de pronto un coche más hace acto de presencia y aparca al lado de los nuestros, yo pensaba que ya estábamos todos, así que presto atención y entonces mi corazón se detiene, es el coche de Eneko. ¿Por qué?¿Quién le había invitado?

Andrea también reconoce el coche de inmediato y sale corriendo a su encuentro; ella lleva enamorada de él desde hace cosa de un año, todos lo sabemos, pero ver como se le ilumina la cara cada vez que Eneko viene con nuestro grupo es algo que hace temblar todo mi ser, una bofetada que me recuerda lo ingenua que soy algunas veces, de la tontería que es amarla.

- Oye Laia, ¿qué pasa con esa cara? ni que hubieras visto un fantasma-. Alec se encontraba a mi lado y ya empezaba con sus típicas tonterías. Sabe de sobra que no trago a Eneko y siempre parece que quiera hacerme estallar, en cuanto ve la posibilidad. Es el típico amigo que todos tenemos que parece disfrutar incordiando.

Así que me doy media vuelta y salgo corriendo a zambullirme en el agua.