domingo, 21 de junio de 2015

Y cae.

Inspirar, expirar... y ahora a intentar abrir los ojos. La luz que se cuela por la ventana me ha despertado, una suave brisa la acompaña y mece suavemente las cortinas. Me incorporo y echo un vistazo a toda la habitación antes de iniciar la rutina, aunque quizás haciendo esto ya la he puesto en marcha.

Ronda de estiramientos matutinos y a empezar el día. Bajo las escaleras, el quinto escalón vuelve a crujir, los años pasan factura y la madera se queja. Llego a la cocina, cojo mi taza para el café, y me preparo uno. Saco la tostadora, corto rodajas de pan para tostar en ella y del refrigerador saco la mantequilla. Todo está preparado. Me siento y doy cuenta de que me he olvidado la mermelada, así que vuelvo a por ella.

Después de desayunar y recoger todo salgo a por el tren, para variar llega unos minutos tarde; menos mal que es así, si no seguramente lo hubiera perdido. Cojo asiento y me pongo a leer. 

Hoy llevo conmigo a mi amigo Oscar Wilde y su "Retrato de Dorian Grey". Me sumerjo en la época victoriana, cogido de la mano de Basil y Dorian, disfruto de los placeres ocultos en el libro, hasta que de pronto el tren frena y escucho mi parada; menuda lástima tener que abandonarles para volver a la realidad.

Las horas avanzan, y la mañana acaba, volvamos al tren a leerte. Esos momentos en el tren que muchos detestan, para mí son los mejores del día, el tren se encarga de transportarme allá donde necesite llegar mientras yo desconecto de la realidad de este mundo que nada me aporta y entro en la vida de miles de personajes, cada uno con sus historias. Amor, venganza, soledad, lujuria, hedonismo, fidelidad, un sin fin de experiencias y todas ellas más agradables que la realidad. Nada me llena en este mundo, todo me ha fallado ya, así que me agarro fuertemente de mis libros y sus personajes para que el respirar tenga sentido.

El tren empieza a desacelerar, frena y anuncian mi parada. Bajo y me pongo en camino, decepcionado de no poder seguir leyendo, ahora tendré que ponerme con las cosas de casa y trabajos pendientes. Agarro con fuerza el libro, no quiero dejarlo. Prosigo el camino, los mismos diez minutos de cada día, me cruzo también con las mismas personas que debo cruzarme cada día, todos sonríen todos contentos, felices con su vida.

Llego por fin a la cuesta que lleva a mi casa, y entonces algo me llama la atención, hay alguien apoyado en la puerta de mi casa pero como tengo el sol de frente no puedo llegar a ver de quien se trata. Sin embargo reacciona enseguida al verme y empieza a saludarme. Voy bajando, paso a paso, y de pronto reconozco esa silueta, no puede ser... 


Dejo caer el libro.

domingo, 7 de junio de 2015

Rutina rota.

8:00

La habitación empezaba a llenarse de luz, los rayos ya incidían sobre la cama y Mord luchaba contra ellos tapándose con las sábanas, no quería salir de sus reconfortantes sueños. Se estaba tan bien, en los sueños todo era perfecto, no había que preocuparse de nada, todo sucedía sin tener que preocuparse en hacer nada.

9:30

Salir de la ducha, coger la toalla, secarse mientras observa su reflejo. Vestirse y ya está preparado para un nuevo día. 

15:00 

Entrar a casa, el día ha sido agotador, no ha hecho nada en especial. Pero aún así no le quedan energías. Una mañana vacía más que le deja exhausto. Ahora toca preparar la comida. Y de pronto el móvil vibra, echa un vistazo:

"-Hola, ¿qué tal ha ido tu mañana?
+Bueno, nada especial. Un día más de clases superado.
+¿La tuya?
-Pues más de lo mismo, que triste todo. xD"

Mientras sigue cocinando, atento al móvil, la conversación sigue avanzando y a Mord le empieza a aparecer una sonrisa en esos labios que apenas unos minutos antes parecían estar sellados, los hombros caen y son por fin liberados de toda la tensión de esa mañana aburrida y vacía.

17:30

No se ha dado cuenta y lo que parecían segundos han sido ya más de dos horas. Cada vez que empiezan esas conversaciones su mente desconecta de la realidad, cuál marinero encantado por el canto de las sirenas. Tan solo puede pensar en seguir la conversación, mensaje tras mensaje. 

Pero ahora toca ponerse a hacer cosas productivas. Toca tarde de entreno y después a estudiar.

22:00

El día llega a su fin, la cena ya está servida. No ha vuelto a saber nada. Mira el móvil sin saber que hacer, "seguramente vaya a molestar, mejor no digo nada..."

22:30 

Recoge la mesa, lava los cubiertos, plato y vaso. El móvil vuelve a vibrar. 

-¿Qué tal la tarde, has estado muy ocupado?
+Sí, ya sabes el ir al gimnasio, las cosas de clase, ¿tú qué tal?
-Bien, ya sabes, lo de siempre.
[...]

La conversación nocturna de siempre, Mord ya vuelve a estar encantado por el canto de su sirena. Pero tiene miedo, miedo a confesar la necesidad que tiene de que esta sirena le "cante", desea oír su canto en todo momento. Porque en cuanto no puede escucharlo su mundo se vuelve un poco más sombrío. El canto de su sirena le ilumina desde dentro, mostrando la belleza de poder respirar un día más, de la importancia de seguir adelante por muy duro que se haga el camino. Mord prefiere seguir manteniendo esto en secreto, teme que si la sirena descubre esto dejará de cantar para él, de que se asustará y no volverá a entonar ninguna nota para él. 

23:57

Mord ha caído dormido, mañana empezará un nuevo día. De pronto el móvil vibra y la pantalla se ilumina con un nuevo mensaje.

- Mord, ¿sabes?, cada día espero el momento en el que me vayas a hablar, es una sensación rara. Pero siento que si no hablamos falta algo esencial en mí, y siento que voy a molestarte en todo momento, hablando sin pensar en que quizás estás ocupado y estoy siendo una molestia para ti...