miércoles, 4 de marzo de 2015

Despertar

Volvió a abrir los ojos y todo seguía igual, nada había cambiado. Habían pasado cinco años desde que los ojos se habían cerrado y no se había dado cuenta. En el transcurso de todos esos años había dejado que los demás fueran marcando el camino a seguir, como haría un buen perro guía. Y así sin darse cuenta paso tras paso avanzaba sin saber a donde se dirigía, arrastrado por la corriente. Pero ahora eso había cambiado, por fin era consciente de todo.
No era débil, no estaba confundido y mucho menos estaba perdido. Por fin sabía quien era, se acabaron las sonrisas falsas, las preocupaciones por cosas que ni le interesaban, ¿cómo se había podido llegar a autoengañar de tal manera?
Era el momento, el punto de inflexión, sabía que le había llevado a ese punto y los errores que no estaba dispuesto a repetir. El camino a seguir era claro, por fin feliz, iba a dar el paso y luchar hasta conseguir su meta, no la de los demás.
Un paso, dos pasos, de pronto le deslumbran. Alza la vista. El coche le arrolla. Le cuesta respirar, una gota deslizándose por sus labios y un sabor metálico en su paladar. No puede moverse, todo se llena de gente gritando. Cierra los ojos.

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